Verdades... aceptación

Han pasado poco más de 15 días desde que nació M.
Mientras me veía en el espejo sentía la nostalgia lejana de las vidas que no fueron. Recordar el pasado es fundamentalmente un acto nostálgico -para mí- que tiene que ver con el vacío que genera lo imposible. Lo inaprehensible del tiempo que se desliza entre las manos.

Así que me veía y confirmaba la existencia de las famosas estrías que había visto ya semanas antes. Estrías con caras de amores pasados y lejanos, de proyectos que no se construirán, de paisajes que no se verán jamás. De los caminos que no fueron y por lo tanto, de aquella "yo" que ya no es y a la que renuncié con todos los sentidos puestos.

Así que heme aquí, esta "yo"en toda su dimensión y forma -forma de globo desinflado en puerpérium ‎totalis. Soberana y consciente, supremamente agradecida mirando a mi familia, a mis chicos, pintada con trazos tenues de  ‎nostalgia del pasado escabullido, cosida con retazos de penas profundas por la distancia, con huecos incalculables por esas ausencias insuperables de mi madre -y otros-. Mirándome al espejo estoy, con mis cejas anchas, un par de canas y las piernas con moretones de las inyecciones para la circulación. Heme aquí, casi 38 años después, viviendo en esta ciudad que ahora es mía. No, no soy la que imaginé hace 20, 15 o 10 años, pero esta que veo frente a mí reflejada, está contenta -aunque no siempre- de aceptarse así. Tal cual. Plena que poco plana.



Mll D.

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