Hace mucho calor.
De ese calor húmedo y pegajoso que sólo recuerdo de la selva amazónica y de unos días en Acapulco hace ya tantos años, como los casi15 años que nos separan de ese viaje -y qué viejos estamos de repente-. Que nos entendamos: ese calor que hace que la piel se pegue, sobre todo si no hay viento.
En París ya cayó la noche. El atardecer es azul, la luna ya salió hace un momento y en mi casa, pese a todo, hay poco viento. Contra mi barriga gigante se pega todo como entonces se pegaban los vestidos al ritmo de "hambre... hambre" mientras con mis amigas esperábamos unas pizzas con jalapeños -incomibles-. De ese México diré que si bien la arena era artificial, muchas otras cosas fueron muy reales, como el calor que hoy siento y que había olvidado.
Mañana, dicen, entra el otoño con un descenso en las temperaturas de unos 15*... llega la lluvia -siempre me gustó la lluvia-. Eso hace de esta noche, pues, la última noche de un verano hipertérmico.