Ese día estábamos en junio del 2011. Ese era mi primer verano viviendo en París y me gustaba salir cada vez más tarde, cuando los días se hacían cada vez más largos.
Ese día volvía de Saint Michel. Aún hoy, cuando vuelvo a casa, cruzo regularmente por ahí.
En una época, en esa época, el puente tenía todavía las rejas de hierro transparentes y la moda de los candados acababa de hacer incursión en el espíritu de los turistas parisinos. A mí seguían llamándome la atención y los asociaba más a historias de amor que se cuentan en Italia.
Ese día vi una pareja de jóvenes chinos que se hacían fotos en el puente. Con un look "décontracté" se dedicaron a posar dando la espalda al sol, mirando la madera, renegando del agua mientras tres fotógrafos arreglaban la ropa, el maquillaje y las luces. Poco después me daría cuenta de que es bastante habitual esto del viaje para las fotografías de pre-boda y que París es un destino top para el efecto.
Los candados en el puente terminaron por ser tantos que las tradicionales rejas de hierro han quedado atrás dejando el sitio a unos tablones de madera. Pintados, pero tablones de madera al fin. Ni la campaña pro-selfie y en contra del love-lock rindió efecto. Y ya, en nada, esta foto me será irrepetible. Merde.
